Entendemos
la incertidumbre como la falta de
total conocimiento sobre el devenir de las cosas, la gestión de la calidad (ISO
9001:2015) existe en tanto que la imperfección es esperable, y el riesgo hace converger estos conceptos
orientándolos hacia los objetivos.
Hago
referencia continuamente a que el riesgo es una cuestión de creencias y
preferencias y en este marco, hay un concepto que me atrae poderosamente la
atención. El paradigma.
Paradigma,
una palabra que hace ya años parece haberse instalado en el argot empresarial
como un concepto que revela conocimientos sobre estrategia e innovación, pero
que a mi entender, pocos de los que lo utilizan con tanta alegría se han
detenido a intentar conocer su origen, sus acepciones y su verdadero
significado.
Pues
bien, intentemos definirlo y posicionarlo como se merece en el mundo de la
calidad y el riesgo con el objetivo de que su comprensión aporte utilidad.
Epistemológicamente,
el termino paradigma proviene de la palabra griega “parádeigma” y su
significado literal es “modelo”, “ejemplo” o “patrón”. De hecho, para Platón,
los paradigmas eran los modelos divinos a partir de los cuales estaban hechas
todas las cosas terrestres.
Siguiendo
con la evolución del término, y ya en un plano más actual, hacia principios de
los años 90, se empezó a usar el término en gramática para referirse de forma retórica
a fábulas o parábolas, al igual que en lingüística para referirse a un conjunto
de elementos con similitudes.
Y en
psicología, el paradigma se refiere a la aceptación de ideas que
incorporamos como creencias en nuestras primeras etapas de la vida y que
aceptaremos como verdaderas o falsas aún sin necesidad de ponerlas a prueba en
un nuevo análisis.
Pero
la acepción que realmente nos interesan es la que considera al paradigma como
un conjunto de prácticas que definen una disciplina científica durante un
periodo de tiempo específico.
Thomas
Kuhn, físico, filósofo e historiador de la ciencia, desarrolló esta acepción
del término en su “estructura de las revoluciones científicas” al analizar los
procesos a los que se sometía la comunidad científica a lo largo de la
historia.
Y
como él mismo decía:
"Considero a los paradigmas
como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto
tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad
científica"
Thomas Kuhn
Recientemente
he leído un muy buen libro titulado “desayunando con partículas” de Sonia
Fernadez-Vidal (Debolsillo. 2013), que permite entender perfectamente la
acepción más científica del tema, y en el que de hecho, hace una referencia muy
explícita.
En
este libro, Sonia Fernández-Vidal, explica que del trabajo de Kuhn se pueden
destacar las siguientes etapas: Ciencia normal, crisis y nuevo paradigma.
Y la
evolución de estas etapas se entiende de la siguiente forma.
Una
vez hay un marco establecido, en el que se aceptan unas leyes y teorías como
verdaderas, los científicos van realizando sus investigaciones con la creencia
de que todos los fenómenos estudiados se podrán explicar con dichas leyes y
teorías.
Pero
a medida que se van realizando experimentos, se empiezan a observar lo que kuhn
denominó “anomalías”. Es decir, observaciones que no son explicables con las
leyes y teorías que se consideran como marco de referencia.
Mientras
estas anomalías son pocas, el paradigma no corre peligro, pero cuando se
acumulan (y que suceda esto es solo cuestión de tiempo), se empieza a
desconfiar del sistema establecido y todo el paradigma entra en crisis.
Llegados
a este punto, toda la comunidad científica centra sus esfuerzos en encontrar
más anomalías, estudiarlas e intentar comprenderlas. Y esta es la fase de mayor
creatividad, la fase de la innovación y de la redefinición del contexto.
Así,
la explicación de las anomalías modifica o sustituye las leyes y teorías
preestablecidas, hasta que se consigue un consenso que define el nuevo
paradigma.
Pensemos
por ejemplo en la evolución del paradigma basado en como se entendía el movimiento
de la tierra. Primero se consensuó y acepto un modelo geocentrista, (la tierra
era el centro del universo y todo giraba en torno a ella), posteriormente
Copérnico, a mediados del siglo XVI consigue un cambio de paradigma con su
modelo heliocentrista (la tierra gira alrededor del sol, y este, está en el centro
del universo).
Luego,
Galileo y Kepler mejoran el modelo aportando el concepto de orbitas elípticas y con las observaciones de Herschel y Bessel se acaba reconociendo que el
sol no es el centro del universo.
De hecho, no fue hasta la década de los años 20 del s.XX que se aceptó como
demostrado que el sistema solar formaba parte de un complejo aún mayor, la vía
láctea, y que ésta, no era más que una entre muchos millones de galaxias.
Pues
bien, cada uno de estos cambios de paradigma fueron consecuencia de que las
observaciones que no coincidían con el modelo establecido se acumulaban hasta
instaurar una duda insostenible que forzaba a pensar y crear nuevos modelos que
explicaran la realidad.
¿Y cómo esto me puede ser útil en términos de calidad y empresa?
Vamos
a ello. En su libro “la historia de las revoluciones científicas”, Kuhn
caracteriza al paradigma distinguiendo que hay que tener en cuenta:
- Lo
que se debe observar y escrutar
- Lo
que debemos preguntarnos para hallar respuestas relacionadas con el objetivo
- La
forma en la que debemos estructurar esos interrogantes
- Cómo
deben interpretarse los resultados de la investigación científica
Así,
al final, cuando hay un consenso entre los miembros de una comunidad en cuanto
a estos aspectos, podemos hablar de paradigma.
A
nivel empresarial o político pasa lo mismo, pero con una diferencia
extraordinariamente significativa: al contrario que con la comunidad
científica, en la empresa y la política las anomalías son “molestas” y se
tiende a esconderlas perpetuando así la fase de crisis.
Cuando
hablamos de que el riesgo es el efecto de la incertidumbre sobre la consecución
de los objetivos, podemos decir que en realidad hablamos de buscar y evaluar
anomalías.
Y es
aquí donde entiendo que tenemos un poderoso método para afrontar como encontrar
y evaluar anomalías: Planteando y dando respuesta a los cuatro puntos que
caracterizan un paradigma.
Es
decir, anotando, respecto a cada objetivo:
- Qué
debemos observar y escrutar
- Qué
debemos preguntarnos en relación a nuestros objetivos
- Cómo
debemos estructurar estos interrogantes
- Cómo
debemos interpretar los resultados
Y en
términos de gestión de la calidad, la nueva ISO 9001:2015, con la introducción del concepto de riesgo, a mi
entender, pretende precisamente lo que he explicado en este artículo, un cambio
de paradigma. (y ahora sí podemos entender a qué me refiero cuando digo
“paradigma”)
Entendamos
así un sistema de gestión de la calidad como un conjunto de objetivos revisables para
detectar anomalías y mejorar de forma continua la comprensión de nuestro
mercado para ofrecer de forma sistemática la mejor de las opciones.
Evidentemente, nosotros solos no vamos a cambiar ningún paradigma, pero fijémonos como el intentar entender un concepto "macro" nos ha aportado una forma de afrontar problemas "micro".